Marino se irá de rositas

Tres años de cárcel que difícilmente cumplirá entre rejas. Ese es el castigo que le será impuesto que le impuesto al hermano de Sinaí Giménez por liderar una red dedicada a 'vuelcos' con un guardia civil en nómina
Giménez durante la primera sesión del juicio que se celebra en la Audiencia. EFE
photo_camera Giménez (derecha) durante la primera sesión del juicio que se celebra en la Audiencia.

UN CAMBIO de estrategia perfectamente calculado. La repetición del juicio, los posteriores aplazamientos. El colapso de la administración de Justicia. Unos letrados muy bien pagados. La conjunción de estos factores servirá a Marino Giménez, hermano del rey de los gitanos gallegos y miembro de la cúpula de Los Morones, para salir sin daños mayores de un proceso en el que quedará acreditado que era el jefe de una banda dedicada a robar cocaína a otros narcotraficantes con al menos un guardia civil en nómina. De los doce años de cárcel que exigía la Fiscalía Antidroga en su escrito de acusación inicial se pasará a los tres que, salvo sorpresa, le serán impuestos. El reconocimiento de los hechos por parte del investigado (y de sus principales socios, salvo el agente corrupto) y las dilaciones indebidas, atenuante muy cualificada después de que unos hechos ocurridos en enero de 2014 no hallen respuesta hasta 2020, dejan al Ministerio Público en la obligación de rebajar drásticamente las penas.

El hermano de Sinaí jugaba con ventaja. En primer lugar, por conocer los detalles de la sentencia inicial (el juicio se celebró por vez primera en 2017), tras el que había resultado condenado a siete años de cárcel tras negar los hechos. En segundo lugar, siendo consciente de que por sus circunstancias personales (obesidad extrema) cabe la posibilidad de que Instituciones Penitenciarias adopten una medida que le beneficie en cuanto al cumplimiento de la pena. Por último, por el manejo de los tiempos por parte de sus abogados, logrando dilatar el proceso lo máximo posible y amarrar de este modo la citada atenuante.

Marino se apresuró a reconocer los hechos que se le atribuyeron en la primera sesión del juicio celebrado en la Sección Quinta de la Audiencia de Pontevedra, consciente de que jugaba con ventaja. Distinta estrategia fue la adoptada por Enrique M., el guardia civil del puesto de Mos que, según la acusación, se encargaba de la parte fundamental para el robo de la cocaína: establecer un operativo de control en el que incautaba la sustancia en connivencia con el Morón, que le daba las indicaciones precisas del lugar y la hora adecuados para la maniobra. El funcionario reconoció que conoce a Giménez, pero negó cualquier relación criminal con él. Se encuentra, sin embargo, con un problema de dimensiones extraordinarias: tanto el hermano del rey de los gitanos como el resto de sus compañeros de banquillo reconocieron los hechos, apuntándole con el dedo (aunque sea indirectamente).

Junto a ello, Enrique M. se encontró este martes con las explicaciones de los miembros de la Policía Nacional que pusieron fin a sus fechorías, que señalaron que su intervención era "determinante" para la organización.

Los hechos que se juzgan tuvieron lugar en una gasolinera próxima a Redondela, en la que policías de paisano detuvieron a agentes uniformados (Enrique y un compañero) que estaban efectuando la requisa de medio kilo de cocaína por orden de Marino Giménez. El Morón había pactado previamente la entrega con narcos de O Salnés que no sabían que estaban siendo engañados.